miércoles, 8 de febrero de 2012

Por esa boca

Por esa boca
Alejandro Moreno

Hay que escuchar las declaraciones de quienes tienen poder para tomar algunas decisiones claves en nuestra vida. Si luego se pueden leer, será mejor. La reflexión añadida, así, a la escucha y la visión nos descubren el sentido que va implícito en el discurso. Todo discurso porta en sí su sentido y lo dice aun solapado bajo la palabra explícita. Bien visto, el discurso de la nueva ministra para los asuntos carcelarios no es transparente pero sí translúcido. Su contenido excede el ámbito limitado de las prisiones y explicita el centro dinámico que permite comprender la conducta del régimen actual en todos los aspectos de la vida nacional.
Días pasados (septiembre, 26), en un programa de VTV exclamó muy convencida y, sin duda, muy sincera: “La intención no es hacer política penitenciaria desde una oficina, es construir una nueva sociedad”. Se esperaría que la primera parte de la frase, tuviera una segunda en concordancia con ella. Algo así como: “sino desde la realidad”. No, la lógica del sentido fue interrumpida y se dio paso a otra cosa, pero no a otra cosa cualquiera, sino al marco ideológico, político y proyectado hacia la práctica futura dentro del cual hay que pensar esa primera parte y todo lo que se refiere al tema particular de las prisiones. Ahí, en el marco, está el foco de atención y no en el tema particular. En términos más coloquiales, nos está diciendo: “las cárceles no son mayormente nuestra preocupación; estamos enfrascados de lleno en nuestra revolución y todo lo demás, por mucho que preocupe la gente, es marginal”. Lo explicita algo mejor un tanto después: “El problema de las cárceles hay que abordarlo como un problema social y político (esto es, revolucionario; no penitenciario, no jurídico, no…) y en base a eso, está creado nuestro proyecto (no sobre la base de lo que realmente está sucediendo). Estamos empeñados en crear una nueva sociedad”. Ojo: una nueva sociedad que no existe porque hay que crearla. Pero resulta que las cárceles y la violencia asesina que mata a cincuenta venezolanos todas las semanas están en la sociedad que existe, esa que la ministra y sus correligionarios detestan. Lo dice más claramente luego: “Estamos empeñados en crear una sociedad socialista que les de (a los detenidos) una oportunidad y los incluya, y no para insertarlos en esta sociedad hipócrita que tenemos, resultado del sistema capitalista”. ¿Y entonces, en cuál? En la que no existe todavía no, por imposible, y en la que existe tampoco por detestable. Lo mejor será que sigan incluidos en la cárcel que existe que sí es una sociedad propia con sus autoridades, sus pranes y luceros, sus leyes, sus impuestos, su distribución de alimentos, su vigilancia armada, su régimen de premios y castigos, mortales éstos por cualquier transgresión de las normas rígidamente establecidas, su total autonomía ante el Estado y suma y sigue. Una sociedad malandra, claro está, muy perfecta y malandramente constituida pero que así, malandramente, funciona hacia dentro y hacia fuera, bien relacionada con la malandrería oficial y no oficial de la sociedad exterior real existente en la que muy malandramente actúa con alta eficiencia y eficacia.
Días después (octubre, 31), todo hay que decirlo, bajó un poco más a tierra: “Tenemos que meternos en la cárcel y oler a preso”. Pero, claro está, siempre en el marco de sentido de la sociedad futura que no existe. Así, los presos seguirán “oliendo a preso” en su malandra sociedad o saldrán a la única sociedad que existe a pesar de los deseos de la ministra, pero no para ser “insertados” en ella, ¿no es eso? ¿Al aire, entonces?
¡Tremendo rollo en el que estamos metidos todos!

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